martes, 18 de febrero de 2014

Pensar el mundo desde el Pensamiento Latinoamericano

Por Cristian Andino, Profesor de Filosofía

Aproximación histórica y contextual del Pensamiento Latinoamericano

Fue desde los años 70 -en épocas  de reformas, del mayo francés, de conmociones sociales en contextos de dictaduras militares en toda América latina, producto de la guerra fría- en diversos centros de estudios filosóficos, algunos pensadores lanzaron con insistencia la pregunta sobre la existencia o la posibilidad de una filosofía latinoamericana. Fue paradigmática la confrontación por ejemplo entre el  peruano Augusto Salazar Bondy, con su libro ¿Existe una filosofía de nuestra américa? (1968) y el mexicano  Leopoldo Zea en su obra La filosofía americana como filosofía sin más (1969).

Aún a contracorriente de la filosofía en boga por entonces, algunos filósofos (la mayoría recién llegados de Europa tras sus estudios doctorales), lanzan  la idea de historiar el pensamiento latinoamericano, en la búsqueda de una filosofía de “nuestros pueblos” que haga frente al embate de las ideas y el pensamiento europeo y norteamericano como única herramienta de pensamiento  válido.

No obstante, la pregunta por la filosofía que se cultivaba en América latina ya fue formulada con anterioridad. Desde la década del cuarenta algunos pensadores  como Juan Bautista Alberdi, reconocía la necesidad de fundar una “filosofía latinoamericana”, aunque con características muy positivistas por ese entonces. Ya en la década del 50, aparecen intentos más serios de historización del pensamiento latinoamericano y   hubo  intentos de pensar a “América en la historia” por decirlo con Leopoldo Zea.

Así, Leopoldo Zéa, en México por ejemplo -tras la influencia de Ortega y José Gaos, exiliados españoles-  forma un grupo de investigación para escudriñar la “historia de las ideas en este continente. De allí  surge lo que Zea denominó  una “filosofía de la historia latinoamericana”, sin clara conciencia aún de si la expresión correcta debe ser América, Iberoamérica, Hispanoamérica, etc.

Por entonces se habla de los fundadores de la filosofía latinoamericana, aquellos que -según Francisco Romero, pensador argentino- empiezan a hacer filosofía académica, o mejor dicho “filosofía a la europea” y estos son los de la generación del 900, aquellos  a los que en la década del 50, Romero denomina de la “normalización” filosófica latinoamericana.

En relación a este tema,  el filósofo argentino-mexicano Horacio Cerutti ha dicho que dicha “normalización” significó el “normal ejercicio del pensar europeizante entre nosotros”. Con su crítica, Cerutti quiere significar que hasta esa época el modelo a seguir era la academia europea y norteamericana y los intentos academicistas de hacer “ciencia”. (Cuestión no abandonada en la actualidad, pues la eterna aporía de civilización vs barbarie continúa su ejercicio en buena parte de nuestros centros de formación).

Con todo, la camada de los pensadores del 70, inician un movimiento que intenta cambiar las bases epistemológicas del discurso filosófico en América latina. Para ello toman algunas categorías de análisis social que, por entonces, se estaban gestando en las ciencias sociales críticas en todo el continente; a saber: la teoría de la dependencia en la economía, la pedagogía y la teología de la liberación.

La filosofía de la liberación significó por entonces un discurso cercano a las clases populares, pues se proponía partir desde el “otro”, que en América Latina eran los  campesinos, indígenas, mujeres, etc, excluidos del discurso oficial y necesitados de liberación.

Sin embargo, en contraposición al pensamiento desarrollado con clara “conciencia latinoamericanista”, siempre existieron en América expresiones del filosofar europeo, así se cultivaron y se cultivan hasta la actualidad, el existencialismo,  el vitalismo, así como pensadores de la llamada post-modernidad o la hermenéutica  y, fuertemente en la actualidad, la filosofía de la ciencia.

Pero el enfoque latinoamericanista ha ido evolucionando, y en dialogo con las filosofías cultivadas en otras partes del mundo, -por iniciativa de los filósofos latinoamericanos desde la década de los 90- se han iniciado diversos diálogos y debates norte-sur en los que se intentan contrastar los contextos que condicionan el pensar filosófico.


IMPORTANCIA DE LA CLARIFICACIÓN EPISTEMOLÓGICA DEL LUGAR DEL DISCURSO

En un continente con innumerables crisis y problemas sociales, en donde la distribución de la riqueza es escandalosa, en países como los nuestros, donde soportamos cifras  inhumanas como un 25,5 % de sub-nutridos y más de un millón de compatriotas viviendo en la extrema pobreza, ¿acaso no podría ser una solución para el mundo una filosofía que piense estos temas y trate de dar respuestas universales para su erradicación?
Imagen extraída de Google Image

Pensar estos temas, implica pensar la estructura política. Entonces el filósofo se vuelve filósofo político; es decir, él no es un profesional de la  política, sino que piensa la estructura política y ayuda a generar criterios para la administración de los asuntos públicos por parte de los “profesionales” de la política. Debe pensar las estructuras económicas y la distribución de las rentas, en la búsqueda  de una conciencia crítica  de que el sistema económico es la base para la construcción de una sociedad inclusiva y justa. Debe pensar críticamente los fundamentos del desarrollo de los saberes científico-técnicos, desde una epistemología crítica o descolonizada (con conciencia de los intereses contrapuestos en las ciencias).

Pensar el mundo desde la filosofía latinoamericana, implica el reconocimiento de una tradición de pensamiento en América latina, aún antes de la conquista. Implica el posicionamiento de “ponernos a nosotros mismos como valiosos” como afirmaba Arturo Roig.

Desde lo “universal situado”, debemos fomentar el tan mentado “diálogo intercultural”, no sin antes reconocer y desenmascarar las diversas asimetrías materiales que dificultan el diálogo. Si el filósofo se niega a pensar estos temas y prefiere la “cientificidad” académica del pensar en abstracto, esa filosofía debe ser negada por encubridora de una realidad que no puede ser negada. La primera responsabilidad filosófica es con la realidad, esa cruda y cruel que cotidianamente nos interpela.  

En fin, pensar el mundo desde el pensamiento latinoamericano implica posicionarse desde las periferias urbanas y rurales,  desde el eslabón más débil del sistema de mercado como lugar hermenéutico, existencial y epistemológico privilegiado. Implica asumir con radicalidad el planteamiento de  soluciones que garanticen la permanencia en la vida de millones de excluidos que hoy se ven imposibilitados de desarrollar dignamente sus vidas. Allí se fundamenta la radicalidad de un discurso, en las opciones concretas que justifica o intenta justificar.




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Cristian Andino. Nació en Asunción el 28 de julio de 1984. Infancia y adolescencia en Potrero Ramírez, comunidad rural de Itapé, Guairá. Licenciado en Filosofía (UCA). Profesor de Filosofía y Educación Ética y Ciudadana (ISEHF). Estudios propedéuticos en Filosofía y Teología (cefyt, Córdoba–Argentina). Diplomado en Lengua (FLACSO–Paraguay). Ha publicado artículos sobre temas de ética, filosofía política y de interés general en periódicos y revistas científicas del país. Colaborador habitual de APÓSTASIS, revista de filosofía política y social del CIF.

Actualmente se desempeña como Catedrático de Filosofía Latinoamericana I y II en el ISSEF y de materias filosóficas y de Ciencias Sociales en instituciones públicas y privadas de la Educación Media.

Obs: CV ejecutivo extraído de Portal Guaraní