martes, 19 de noviembre de 2013

Aristóteles, El Filósofo

Por José Manuel Rodríguez Pardo (Esp), Doctor en Filosofía por la Universidad de Oviedo.

El Filósofo por antonomasia planteó los problemas filosóficos que  aún siguen siendo objeto de discusión en la actualidad.

Aristóteles, el Filósofo por antonomasia, el discípulo de Platón que superó al maestro, fue el autor del primer sistema filosófico propiamente dicho, y con él planteó los problemas filosóficos que aún siguen siendo objeto de discusión en la actualidad. Su biografía estuvo implicada en la deriva del mundo helenístico, siendo no sólo miembro de la Academia de Platón y crítico de sus doctrinas, sino preceptor de Alejandro Magno y toda su generación (lo que influiría decisivamente en la expansión del mundo helenístico), además de una segunda víctima de las iras de los atenienses a causa de su asebeia o impiedad por sus doctrinas del motor inmóvil.

Aristóteles parte de la physis como principio de movimiento y de cambio, un mundo en el que los entes están limitados por cuatro causas: material (que supone una cierta potencia o energeia para llegar a ser algo, como la semilla que puede llegar a ser árbol), formal (que señala el telos, la finalidad a la que tiende la sustancia), eficiente o que promueve el cambio y final que indica la finalidad de la misma, la entelequia. Todo ello contextualizado dentro de los tres grados de abstracción que distingue en la Metafísica: el de la materia sensible, el de la materia inteligible —las entidades matemáticas, que no son materia corpórea pero que sin contacto con ella no pueden existir, salvando así el pitagorísmo y la idea de separación (jorismos) de las Ideas respecto al mundo sensible—, y el de la metafísica, donde se encuentran las sustancias donde su forma está completamente actualizada, el mundo supralunar, las esencias perfectas e inmodificables, exentas de corrupción, al contrario del mundo supralunar, donde se produce la generación y corrupción de las sustancias. En la cúspide de este mundo geocéntrico y garantizando la inmanencia del movimiento («todo lo que se mueve es movido por otro»), tanto en el mundo supralunar como en el mundo sublunar, se encuentra el Motor Inmóvil, el Acto Puro (Aristóteles es el inventor del monoteísmo, tan importante para las religiones terciarias), que es pura actividad, garante del paso de la potencia al acto; precisamente la falla fundamental del aristotelismo se encuentra en que para lograr el paso de la potencia al acto es necesario que exista algo previamente en potencia.

En base a estos tres grados de abstracción, Aristóteles dividió las disciplinas, división que en cierto modo ha seguido vigente durante siglos y siglos: dentro del primer grado de abstracción se encontraría la Física (del griego physein, llegar a ser), que sería concebida así por Aristóteles como ciencia del movimiento, dividida según las clases del mismo: el local o de traslación sería relativo a la Física de los cuerpos; el vital o cuantitativo, sobre el aumento y disminución, la Biología, el estudio de los animales, estaría incluida bajo el tratado del alma (la forma propia de los seres vivos, en tanto que tienen el principio del movimiento en sí mismos), y finalmente el movimiento de alteración sería el cualitativo, lo que correspondería con lo que hoy denominamos Química, un análisis de los cambios de estado de los cuerpos que aún hoy se estudia, aunque en este caso en base a los cuatro elementos: de lo caliente y seco (fuego) a lo húmedo y caliente (aire) —lo que hoy se denominaría condensación; de lo frío y húmedo (agua) y a lo frío y seco (tierra) —la solidificación—, &c.; en el segundo grado de abstracción se situarían las matemáticas y en el tercer grado de abstracción se encontrarían las formas, las almas, consideradas como principios de los organismos vivientes (en este caso, la Metafísica, pero esto supondría afirmar la inmortalidad del alma, algo que Aristóteles negó previamente en su tratado De anima).

Aunque la definición aristotélica del hombre como animal racional no supone ningún privilegio respecto al resto de animales en la Scala Naturae (hará falta el antropocentrismo del cristianismo para que la versión escolástica de Aristóteles introduzca en el sistema la Gracia santificante), puesto que cada ente es perfecto en sí mismo, ha de desarrollar su telos, el hombre, al ser racional, se encuentra dentro de otro grado de abstracción distinto al de la Química o de la Biología. El alma humana tiene capacidad de intelección y se acerca al ideal de la vida contemplativa, de la felicidad propia del Acto Puro. Pero para que el hombre pueda desarrollar su telos es necesario que vida en ciudades, sociedades políticas; ciudades resultado de la unión de familias (ciudades en potencía como señala el Estagirita en el Libro I de la Política). Y este ideal sólo pueden realizarlo los ciudadanos libres, aquellos que no son ni mujeres ni niños ni esclavos y que disfrutan de la virtud de la justicia conmutativa  (que ejemplificó Aristóteles con la equivalencia entre distintos bienes y que supone el origen de los análisis sobre valores y precios que más tarde se producirán en la disciplina denominada Economía Política). Ahora bien, esa vida virtuosa o vida feliz es un modelo que los hombres libres sólo alcanzan por analogía, puesto que, como señala Aristóteles en la Ética a Nicómaco, la amistad sólo puede darse entre iguales, y el Acto Puro es inconmensurable con los hombres. También Aristóteles dejó establecidas las distintas formas políticas aún concebidas hoy: monarquía, aristocracia, democracia, con sus respectivas degeneraciones en forma de tiranía, oligarquía y demagogia.

Pese a que el sistematismo aristotélico y su vocabulario han caído en desuso entre los filósofos académicos (no así en el ámbito mundano, donde se habla de sustancia, energía y entelequia con familiaridad), Aristóteles fue quien dejó planteados los problemas filosóficos aún vigentes en la actualidad, y quien no se moleste al menos en confrontar sus propias doctrinas con las de Aristóteles no merece ser llamado filósofo en el sentido de la filosofía académica inaugurada por Platón.

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