viernes, 2 de agosto de 2013

¿Son filósofos los periodistas?

Por Eduardo Quintana, Estudiante del 4° Curso - Carrera Filosofía FFUNA

Hace unos meses, el filósofo español José Manuel Rodríguez Pardo visitó el Paraguay con el fin de presentar su libro de historia “La independencia del Paraguay no fue declarada en mayo de 1811”, despertando cierta polémica en algunos círculos académicos. Sin embargo, el pensador también motivó la discusión filosófica, especialmente en una charla dictada en la Facultad de Filosofía de la UNA. En aquella oportunidad, Rodríguez Pardo realizó un resumido, pero interesante esbozo de la filosofía española. 

Durante su intervención, indicó que hoy en día, los filósofos a veces se olvidan de hacer filosofía y este papel es retomado o recuperado por los comunicadores. El argumento principal radica en que los periodistas son los que están en contacto con el mundo real y son los que reflexionan acerca de los acontecimientos que se dan a nuestro alrededor. 


Sin dudas que periodismo y filosofía están muy unidos. Platón aseguraba que los verdaderos filósofos son aquellas personas a quienes gusta contemplar la verdad. Mientras que los filósofos la contemplan, los buenos periodistas intentan difundirla. Obviamente, hay diferencias abismales. El comunicador se centra en una parcela bien delimitada de la realidad, con matices locales y temporales, mientras que el pensador debe hacer que su trabajo o propuesta trascienda el día a día y pueda mantenerse más allá de una semana o un mes. 

Están unidas también porque las diversas teorías de comunicación tienen sustento filosófico. La búsqueda de la verdad, aunque resulte un trabajo pesado y hasta peligroso, en cualquier sentido, es uno de los pilares de ambas disciplinas. 

El trabajo del periodista consiste en indagar acerca de los acontecimientos presentes, sacar a luz una noticia de interés público, denunciar irregularidades de la comunidad donde se encuentre y defender “la verdad”. Mientras que la labor del filósofo es reflexionar sobre la realidad, en su totalidad, para algunos y aglutinando los saberes de los demás campos del conocimiento, para que pueda dar una alternativa de respuesta a preguntas inquietantes que no necesariamente son importantes en la actualidad. 

Jaspers nos dice que en filosofía son más importantes las preguntas que las respuestas. “Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la busca de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta”, nos plantea en ¿Qué es la filosofía?

Pero volviendo a la discusión, ¿hacen filosofía los periodistas? En un sentido estricto, y académicamente hablando, no. No se preocupan por establecer una metodología filosófica que les permita desarrollar conceptos o interactuar con pensadores de la época para corroborar si sus propuestas se corresponden con lo que pasa en el mundo. Sin embargo, hacen filosofía. Son ellos los que cubren la guerra civil en Siria y se enfrentan al hambre, a la postergación, al sufrimiento y a la muerte. Están cara a cara con la crisis económica y evalúan el comportamiento de los jóvenes con el alto índice de desempleo en la Eurozona.

Son los periodistas quienes investigan acerca de los casos de espionaje en los Estados Unidos y revelan de qué manera se comporta hoy el Leviatán, de qué manera el Estado o el contrato social se ven en crisis existenciales. Son los comunicadores los que hoy en día están al pendiente de los avances en materia de investigación en células madre o cómo va el trabajo del robot Curiosity en suelo marciano. Están en contacto con la realidad y por ello reflexionan acerca de las implicancias de todo lo que ocurre.

Estamos en un periodo donde el conocimiento se transforma diariamente, donde hay que definir puntualmente la información, donde la complejidad ha reemplazado a la simplicidad en mucho sentido. Son los periodistas quienes están pensando cómo cambia el globo y cómo interactúan los individuos. Mientras, en muchos círculos académicos, incluyendo el paraguayo, los filósofos no se animan a salir de la Torre de Marfil, que lo critica fundamentadamente Bunge en “Crisis y Reconstrucción de la filosofía”. Muchos pensadores no se animan a explorar la realidad material de la que estamos hechos y por ello tropiezan con juegos académicos ya inservibles o caen en discusiones bizantinas.

Este es el momento donde los filósofos deben replantearse su papel, no sólo académico, sino social. Deben rever posturas y hasta repensar sobre su labor. También los periodistas deberían pensar sobre su trabajo, darse cuenta que no solo transmiten información o procesan datos momentáneamente importantes, sino que a través de la comunicación también están proponiendo filosofía o incluso, la construyen.